EL SILENCIO DE LA MAÑANA

Hoy he abierto los ojos con la luz que entraba por la ventana de mi habitación. He mirado el cielo mientras seguía tumbada en la cama y he sentido el primer impulso de coger el móvil y hacer scrolling, pero esta vez no. No lo hago, el primer pensamiento de la mañana no lo callo con estímulos externos, sino que lo dirijo a Ti.

Un día más de vida para aprender a amar, mejorar mis errores y decidir seguirte cada día. Un día más me regalas a la familia y a los amigos. Me brindas la oportunidad de seguir estudiando y posponer el trabajo por un tiempo. Es un nuevo día para comenzar, para pedirte perdón por mis errores de ayer y, con tu perdón, empezar de nuevo hoy.

Ayer me regalaste el sol y un clima cálido que disfruté al aire libre. Me regalaste el vuelo de una mariposa y el olor a primavera. Gocé de tu creación hermosa cuando contemplé la naturaleza desde la cima de la montaña. Me regalaste dolor en las piernas y los pies, y me di cuenta de que tenía mucha suerte de poder sentir eso, pues tengo salud cuando otros están hoy en el hospital.

Me regalaste la belleza de la música clásica, y recordé qué suerte tengo de poder disfrutar de un concierto cuando otros solo escuchan bombas y pasan hambre.

Todo esto y muchísimo más, que no reflejo aquí, me regalaste. Lo mejor de todo es que yo no hice nada para merecerlo. Absolutamente nada. Todo lo que tengo me lo has dado Tú.

¿Cuántas veces te doy la espalda cada día? ¿Cuántas veces prefiero al mundo antes que a Ti?

Y Tú, siempre esperando en el silencio con los brazos abiertos para abrazarme, pues tu misericordia es infinita.

Señor, que no me guarde nada para mí, como Tú no lo haces conmigo. Enséñame a dar a otros, pues he recibido demasiado. Que todo lo que tengo sea para darte gloria a través de mis dones.

Hoy es un nuevo día. No sé si será el último, pero solo puedo darte las gracias por todo lo que me regalas y pedirte perdón por mis debilidades de cada día. Tú sabes cuáles son.

Es hora de levantarme, es hora de comenzar de nuevo.